Los movimientos que se analizan en este libro (la antropolog�a boasiana, el radicalismo pol�tico, el psicoan�lisis, la Escuela de Fr�ncfort y los intelectuales neoyorquinos) fueron abrazados s�lo por unas pocas personas cuyos puntos de vista no eran conocidos ni comprendidos por la comunidad jud�a. La tesis aqu� es que estos movimientos intelectuales estaban dominados por jud�os, que el pensamiento de la mayor�a de los que participaron en estos movimientos se caracterizaba por un fuerte sentido de ...
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Los movimientos que se analizan en este libro (la antropolog�a boasiana, el radicalismo pol�tico, el psicoan�lisis, la Escuela de Fr�ncfort y los intelectuales neoyorquinos) fueron abrazados s�lo por unas pocas personas cuyos puntos de vista no eran conocidos ni comprendidos por la comunidad jud�a. La tesis aqu� es que estos movimientos intelectuales estaban dominados por jud�os, que el pensamiento de la mayor�a de los que participaron en estos movimientos se caracterizaba por un fuerte sentido de identidad jud�a, y que estas mismas personas actuaban en inter�s de la comunidad jud�a a trav�s de su participaci�n. Por lo tanto, no hay nada en lo anterior que indique que el juda�smo es un movimiento unificado o que todos los estratos sociales de la comunidad jud�a estaban involucrados en estos movimientos. Los jud�os pueden ser un elemento importante, incluso necesario, en los movimientos pol�ticos o de ciencias sociales radicales, y su juda�smo puede ser fuertemente compatible con ellos o incluso facilitar su desarrollo sin que la mayor�a de los jud�os est�n involucrados. Por consiguiente, la cuesti�n de los efectos de la influencia jud�a en la cultura gentil es independiente de la cuesti�n de la proporci�n de la comunidad jud�a que ha participado en movimientos destinados a la destrucci�n de la cultura gentil. Es importante hacer esta distinci�n porque, por un lado, los antisemitas han visto a menudo, impl�cita o expl�citamente, la participaci�n de los jud�os en los movimientos pol�ticos radicales como parte de una conspiraci�n jud�a mucho m�s amplia en la que tambi�n estaban implicados los ricos capitalistas jud�os, as� como los jud�os al frente de los distintos medios de comunicaci�n, el mundo acad�mico y tantos otros �mbitos de la vida p�blica. Del mismo modo, el hecho de que la mayor�a de los jud�os anteriores a 1930 no fueran sionistas, al menos no abiertamente, no implica probablemente que la identidad jud�a no estuviera relacionada con el sionismo, o que los jud�os no ejercieran una influencia considerable en el sionismo, o que el sionismo no tuviera un efecto en las sociedades gentiles, o que algunos gentiles no se convirtieran en ardientes partidarios de la causa sionista.
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