�rase una vez un ni�o que mientras otros miraban la Serie de Pelota, el se sentaba en su sill�n a esperar "24 por Segundo" el programa de cine que durante 32 a�os se trasmiti� semanalmente a toda la naci�n en su Isla. El ni�o de nuestra historia hab�a escuchado en alg�n lugar el precepto "con la Revoluci�n todo, contra la Revoluci�n nada" pero como hab�a sido criado sin dogmas con la siniestra perennidad que avala y le da car�cter a lo aparentemente ambiguo, de quien es o no es revolucionario, o el ...
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�rase una vez un ni�o que mientras otros miraban la Serie de Pelota, el se sentaba en su sill�n a esperar "24 por Segundo" el programa de cine que durante 32 a�os se trasmiti� semanalmente a toda la naci�n en su Isla. El ni�o de nuestra historia hab�a escuchado en alg�n lugar el precepto "con la Revoluci�n todo, contra la Revoluci�n nada" pero como hab�a sido criado sin dogmas con la siniestra perennidad que avala y le da car�cter a lo aparentemente ambiguo, de quien es o no es revolucionario, o el derecho o no que se tiene para discrepar de tal o m�s cual obra de arte. El ni�o del cuento creci� sin esquemas, dentro de un esquema gigante que le permit�a disfrutar solo una vez por semana de su espacio preferido, donde se romp�an todas las coordenadas hist�ricas que le hab�a tocado vivir.Por supuesto "24 por segundos" no se puede comparar a "Si�ntate y mira" de Daniel C�spedes G�ngora, libro de cr�tica, comentarios y ensayos sobre cine. Ha pasado mucha agua bajo el puente entre uno y el otro, corriente virtuosa que hace que el libro no est� marcado por tab�es no escritos a trav�s de un c�digo silencioso. No hay un solo punto que erija un monumento al dogmatismo, como tampoco sus cientos de p�ginas no arrastran piedras solapadas sobre la coyuntura y la conveniencia t�ctica de la tendencia en algunas sociedades primitivas a regir de que no se habla o se comenta. El ni�o ahora se puede sentar frente a cualquier ventana de su casa a leer de lo que m�s le apasiona que es, el s�ptimo arte, sabiendo que el cielo afuera no tendr� el color gris de una �poca que parece a buena hora, va quedando atr�s en el pasado. Eduardo Ren� Casanova Ealo Editorial Primigenios
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