Nota de los Editores: Sucede muy a menudo, pero en raras ocasiones que un libro de poemas atrapa del aire y de la lluvia de una tarde de verano, los �tomos de los recuerdos, con los que empacamos una �poca, un pa�s, la esquina donde dejamos el alma recostada a una casona de camafeos florentinos, o las miles de tardes y de noches de una ciudad sin jardines m�gicos, sin brisa matinal, sin s�bados y domingos, porque en las peque�as ciudades del interior de la Isla, todos los d�as son lo mismo, debo decir, frï¿ ...
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Nota de los Editores: Sucede muy a menudo, pero en raras ocasiones que un libro de poemas atrapa del aire y de la lluvia de una tarde de verano, los �tomos de los recuerdos, con los que empacamos una �poca, un pa�s, la esquina donde dejamos el alma recostada a una casona de camafeos florentinos, o las miles de tardes y de noches de una ciudad sin jardines m�gicos, sin brisa matinal, sin s�bados y domingos, porque en las peque�as ciudades del interior de la Isla, todos los d�as son lo mismo, debo decir, fr�giles, sin derecho alguno a ser considerados parte de la existencia, es una eternidad en ciernes la magnitud del tiempo que bien podemos olvidar en una alacena, en la perseverancia del minuto fugaz tras un aguacero en medio del camino, o en el parpadeo de unos ojos antes de alcanzar sus propias constelaciones. Elizabeth en "La fr�gil memoria de la semana" nos da el privilegio de abarcar con esa, su otra memoria la convivencia en un cent�metro cuadrado de un r�o a punto de devorar su cauce, ella es el ave y el ala herida del ave, su destino en el aire hacia un viernes de esperanza, de lo siguiente que siempre conduce a las ausencias. Elizabeth toma las palabras como estrellas a las cuales les corta las puntas y las echa al mar para que de cada una brote una nueva estrella con la memoria refrescada y un nuevo ciclo de semana comience, mientras la eternidad sobrevuela la ciudad y ella se sienta con su vestido nuevo y los pies sumergidos en un mar, con el que no ha dejado de so�ar. Editores Eduardo Ren� Casanova Ealo y Juan Francisco Gonz�lez-D�az
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