Casi en el justo medio entre Lope de Vega y Calder�n de la Barca -dieciocho a�os menor que el primero y con veinte m�s que el segundo- se destaca la figura del otro gran dramaturgo de nuestro Siglo de Oro: Tirso de Molina. Le separa pr�cticamente una generaci�n de cada uno de los otros dos pilares de nuestro Teatro nacional, y precisamente por esta circunstancia se halla tambi�n su arte dram�tico en un punto intermedio entre los de ambos escritores. Disc�pulo, como dramaturgo, de Lope de Vega, aunque sin la ...
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Casi en el justo medio entre Lope de Vega y Calder�n de la Barca -dieciocho a�os menor que el primero y con veinte m�s que el segundo- se destaca la figura del otro gran dramaturgo de nuestro Siglo de Oro: Tirso de Molina. Le separa pr�cticamente una generaci�n de cada uno de los otros dos pilares de nuestro Teatro nacional, y precisamente por esta circunstancia se halla tambi�n su arte dram�tico en un punto intermedio entre los de ambos escritores. Disc�pulo, como dramaturgo, de Lope de Vega, aunque sin la fertilidad extraordinaria suya, sigui� sus normas teatrales. Con una formaci�n m�s profunda que su maestro, con un m�s cuidado estudio de los caracteres, fue sin embargo menos arquitecto al par que menos barroco que Calder�n, quien eleva a silogismo el arte dram�tico, al que asimismo adorna con los fuegos de artificio de su magia verbal. As�, Tirso de Molina ocupa ese lugar intermedio que le hace compartir con Lope y con Calder�n la triple monarqu�a del Teatro de nuestro Siglo de Oro.
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