Imaginen a un hombre que conoc�a tan bien la m�sica que incluso muerto pod�a reproducir las notas musicales en su cabeza, y desde la marginalidad del sepulcro al cual hab�a sido reducido atinar a maravillarse por lo que su coraz�n le dec�a que era simplemente m�sica, y ante los ojos del mundo entero arte.
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Imaginen a un hombre que conoc�a tan bien la m�sica que incluso muerto pod�a reproducir las notas musicales en su cabeza, y desde la marginalidad del sepulcro al cual hab�a sido reducido atinar a maravillarse por lo que su coraz�n le dec�a que era simplemente m�sica, y ante los ojos del mundo entero arte.
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