Las noticias nos dan cuenta del ???ltimo homicidio con puntualidad cronom???trica y, el cine o la televisi???n, nos muestran toda clase de cr???menes a diario, lo que hace que, en el imaginario social, el asesinato de una persona sea algo casi normalizado. Pero lo que no lo est???, incluso sigue sorprendiendo como si fuera algo verdaderamente excepcional, es el desmembramiento de un cad???ver tras su asesinato. Sin embargo, es la propia cotidianeidad de estos criminales, lo vulgar de los asesinos, lo que hace a estos ser ...
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Las noticias nos dan cuenta del ???ltimo homicidio con puntualidad cronom???trica y, el cine o la televisi???n, nos muestran toda clase de cr???menes a diario, lo que hace que, en el imaginario social, el asesinato de una persona sea algo casi normalizado. Pero lo que no lo est???, incluso sigue sorprendiendo como si fuera algo verdaderamente excepcional, es el desmembramiento de un cad???ver tras su asesinato. Sin embargo, es la propia cotidianeidad de estos criminales, lo vulgar de los asesinos, lo que hace a estos ser previsibles. En contra de lo que se piensa com???nmente, descuartizar un cad???ver es algo frecuente, en esta sociedad mentalmente enferma, como lo es la occidental en este S. XXI. Descuartizar el cad???ver de una persona a la que previamente se ha asesinado, supone un alto grado de psicopat???a en el criminal, que refleja en el propio acto un retrato de su psique an???mala. En todo caso, para el descuartizador la v???ctima es una cosa, a la que se enfrenta desde una absoluta frialdad emocional, lo que lo enmarca en rasgos psicop???ticos, no psic???ticos. Una ausencia de emociones que enlaza con caracteres asociales, t???midos e introvertidos, rencorosos sociales que sienten desprecio por su v???ctima, que es incapaz de provocar en ellos un sentimiento de culpabilidad o remordimiento. Y, tal y como ya dijimos en la primera parte de esta obra, aunque la maestr???a descuartizadora es muy infrecuente entre los criminales espa???oles, eso no impide que el descuartizamiento s??? sea algo casi cotidiano, lo que nos presenta a los descuartizadores como criminales de plena actualidad en nuestro tiempo, que act???an con una frecuencia que estamos muy lejos de sospechar. En esta segunda parte, y a petici???n de los propios lectores, la mayor???a de ellos ajenos al Derecho, hemos decidido no incluir las sentencias que recayeron en algunos de los casos que se narran. Y, aunque podamos suponer otra cosa, el amplio n???mero de casos que se exponen, nos ofrece una conclusi???n clara: aqu??? cualquiera baja a hacer un recado y a la que sube, descuartiza a un vecino. As??? que, vamos a exponer en doce cap???tulos, en doce partes, doce cr???menes, doce historias de descuartizadores de ayer y de hoy de la cr???nica negra espa???ola, como prueba de que nada cambia. As??? que, nuevamente: ???Vamos por partes!
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