Tomo un riesgo al poner en tus manos escritos tan personales. Podr???s ver mi cojera, por cual pie cojeo. Pues no son lo suficientemente "correctos" y "cuidados" como para ser obra de un sacerdote, mucho menos de un Legionario de Cristo siempre tan pulcro y medido. Porque no son fruto del cerebro, ni del escritorio, sino de la fragua de mi lucha como sacerdote; son tambi???n testigos de mi evoluci???n como cristiano y hombre. He aqu??? estos humildes titubeos, ni pol???ticos, ni "piadosos", sino personales, individuales e ? ...
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Tomo un riesgo al poner en tus manos escritos tan personales. Podr???s ver mi cojera, por cual pie cojeo. Pues no son lo suficientemente "correctos" y "cuidados" como para ser obra de un sacerdote, mucho menos de un Legionario de Cristo siempre tan pulcro y medido. Porque no son fruto del cerebro, ni del escritorio, sino de la fragua de mi lucha como sacerdote; son tambi???n testigos de mi evoluci???n como cristiano y hombre. He aqu??? estos humildes titubeos, ni pol???ticos, ni "piadosos", sino personales, individuales e ???ntimos. En mis treintas me esforc??? por fundar y promover un centro de educaci???n religiosa para adultos, La Escuela de la Fe, en M???xico, DF. Sacerdote y hombre inmaduro, protegido hasta entonces por gruesos muros de seminario y monasterio, entr??? m???s y m???s en contacto con la vida "de fuera", la vida real. Su alegr???a, dolor, humor y dramatismo derrumbaron muros y me dejaron vulnerable. Los alumnos me ense???aron a ser humano. Brotaron sensaciones que yo no sab???a llevaba dentro, dif???ciles de manejar, imposibles de reprimir: afectos y atracciones, valores y valent???as contrastantes.
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