Durante las noches de invierno no cesa el ruido en la calle de Saint-Honor??? sino por un momento; los hortelanos prolongan por ella, seg???n van al Mercado Central, el ajetreo de los coches que vuelven de los espect???culos o los bailes. En medio de ese calder???n que, en la gran sinfon???a del barullo parisino, aparece a eso de la una de la madrugada, a la mujer del se???or C???sar Birotteau, perfumista con comercio cerca de la plaza de Vend???me, la despert??? sobresaltada un sue???o espantoso. La perfumista se vio por ...
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Durante las noches de invierno no cesa el ruido en la calle de Saint-Honor??? sino por un momento; los hortelanos prolongan por ella, seg???n van al Mercado Central, el ajetreo de los coches que vuelven de los espect???culos o los bailes. En medio de ese calder???n que, en la gran sinfon???a del barullo parisino, aparece a eso de la una de la madrugada, a la mujer del se???or C???sar Birotteau, perfumista con comercio cerca de la plaza de Vend???me, la despert??? sobresaltada un sue???o espantoso. La perfumista se vio por partida doble: se contempl??? cubierta de andrajos, girando con mano consumida el picaporte de su propia tienda, en la que se hallaba, al tiempo, en el umbral de la puerta y sentada en su sill???n junto al mostrador; ped???a limosna, se o???a hablar a s??? misma desde la puerta y en el mostrador. Quiso agarrar a su marido y puso la mano en un sitio fr???o. Tan intenso miedo sinti??? entonces que no pudo mover el cuello, pues se le qued??? petrificado; se le pegaron las paredes de la garganta y le fall??? la voz; se qued??? sentada, clavada en la cama, con los ojos dilatados y la mirada fija, el pelo dolorosamente sensible, los o???dos repletos de ruidos raros y el coraz???n encogido, pero palpitante; en resumen, empapada en sudor y helada en medio de una alcoba que ten???a abiertas ambas hojas de la puerta. El miedo es un sentimiento morb???fico a medias; oprime de forma tal la maquinaria humana que o las facultades alcanzan s???bitamente el grado m???ximo de fuerza o caen hasta el ???ltimo grado de desorganizaci???n. A la fisiolog???a la sorprendi??? durante mucho tiempo ese fen???meno, que desbarata sus sistemas y da al traste con sus conjeturas, aunque no por ello deje de ser sencillamente un rayo que le cae por dentro a la persona, aunque, como todos los accidentes el???ctricos, sea peculiar y caprichoso en sus formas. Esta explicaci???n se tornar??? vulgar el d???a en que los estudiosos admitan el gigantesco papel que desempe???a la electricidad en el pensamiento humano.
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